Quien debe redactar, tiene mente que su mensaje será más eficiente si se apega al uso correcto del idioma, si cultiva además, un estilo que esté acorde con las exigencias del momento y si toma en cuenta los beneficios que trae consigo cuidar al máximo la ortografía, esto es, acentuar correctamente y usar los signos de puntuación, por mencionar dos casos.
El uso de los signos de puntuación está tan reglamentado como la acentuación ortográfica, y al igual que esta última, es fundamental en la consecución del significado, en este caso, del enunciado como tal.
Cualquier mensaje, por cualquier medio, exige poner por escrito la idea que se desea expresar, ya después de acuerdo con el medio se harán las adecuaciones pertinentes. De ahí la importancia de la expresión escrita y de repasar las normas que la regulan.
Para lograr eficacia en la expresión oral, el redactor debe tener en cuenta la injerencia de varios factores, como el uso de giros coloquiales, regionalismos, palabras de moda, además de la costumbre de echar mano de verbos fáciles, a esto habrá que añadir los apoyos prestados por los elementos paralingüísticos, las inflexiones de la voz, los gestos, los ademanes y el contexto en el cual se lleva a cabo el acto comunicativo.
En la expresión escrita, los signos de puntuación cumplen con la complicada tarea de ajustar el significado a la intención de quien emite el mensaje, de manera que sea tan efectivo, exacto y preciso como para cumplir con dicho propósito.
El uso de los signos de puntuación está tan reglamentado como la acentuación ortográfica, y al igual que esta última, es fundamental en la consecución del significado, en este caso, del enunciado como tal.
Cualquier mensaje, por cualquier medio, exige poner por escrito la idea que se desea expresar, ya después de acuerdo con el medio se harán las adecuaciones pertinentes. De ahí la importancia de la expresión escrita y de repasar las normas que la regulan.
Para lograr eficacia en la expresión oral, el redactor debe tener en cuenta la injerencia de varios factores, como el uso de giros coloquiales, regionalismos, palabras de moda, además de la costumbre de echar mano de verbos fáciles, a esto habrá que añadir los apoyos prestados por los elementos paralingüísticos, las inflexiones de la voz, los gestos, los ademanes y el contexto en el cual se lleva a cabo el acto comunicativo.
En la expresión escrita, los signos de puntuación cumplen con la complicada tarea de ajustar el significado a la intención de quien emite el mensaje, de manera que sea tan efectivo, exacto y preciso como para cumplir con dicho propósito.
Tres bellas
La consecución del significado también se manifiesta en las tareas enfáticas que cumplen algunos signos de puntuación, como los de admiración, los cuales otorgan a los enunciados, la calidad de exclamaciones de enfado o de júbilo, según sea la intención de quien escribe y el contexto en que son usados.
Para muestra de lo antes expuesto está el siguiente ejemplo tomado de la obra Redacción práctica, de Guillermina Baena Paz:
“Cuéntase que un poeta era asediado continuamente por tres jóvenes casaderas. Un día, ante tantas presiones, mandó el siguiente verso a las bellas sin ninguna puntuación:
Tres bellas que bellas son
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es la
que ama mi corazón
si obedecer es razón
diré que amo a Soledad
no a Pura cuya bondad
persona humana no tiene
no inspira mi amor Irene
que no es poca su beldad
Soledad afirmó ser la elegida y leyó así el verso:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido las tres
que diga de ellas, cuál es la
que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
diré: que amo a Soledad;
no a Pura, cuya bondad
persona humana no tiene;
no inspira mi amor Irene,
que no es poca su beldad.
-Se equivocan -dijo Pura-, la elegida soy yo- , y leyó el verso de la siguiente manera:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido las tres
que diga de ellas, cuál es la
que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Diré: ¿qué amo a Soledad?
¡No!... ¡A Pura!, cuya bondad
persona humana no tiene.
No inspira mi amor Irene,
que no es poca su beldad.
Pero Irene, refutando a las dos anteriores, dijo que era ella la elegida, pues había puntuado el texto como a continuación se muestra:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido las tres
que diga de ellas, cuál es la
que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Diré: ¿qué amo a Soledad?
¡No! ¿A Pura, cuya bondad
persona humana no tiene?
¡No!... Inspira mi amor Irene,
que no es poca su beldad.
Ante la duda, las tres bellas decidieron preguntar al poeta quién era la elegida, este, bohemio y poco amante del matrimonio, les envió nuevamente el verso con la puntuación siguiente:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido las tres
que diga de ellas, cuál es la
que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Diré: ¿qué amo a Soledad?
¡No! ¿A Pura, cuya bondad
persona humana no tiene?
¡No! ¿Inspira mi amor Irene?
¡Qué no!, ¡es poca su beldad!”.
El verso ejemplifica los usos antes descritos de los signos de puntuación: hacer pausas en la lectura, mostrar la relación entre los enunciados, pero sobre todo, el dar significado al mensaje para exponerlo de una manera casi tan exacta como lo desea quien lo emite.
La consecución del significado también se manifiesta en las tareas enfáticas que cumplen algunos signos de puntuación, como los de admiración, los cuales otorgan a los enunciados, la calidad de exclamaciones de enfado o de júbilo, según sea la intención de quien escribe y el contexto en que son usados.
Para muestra de lo antes expuesto está el siguiente ejemplo tomado de la obra Redacción práctica, de Guillermina Baena Paz:
“Cuéntase que un poeta era asediado continuamente por tres jóvenes casaderas. Un día, ante tantas presiones, mandó el siguiente verso a las bellas sin ninguna puntuación:
Tres bellas que bellas son
me han exigido las tres
que diga de ellas cuál es la
que ama mi corazón
si obedecer es razón
diré que amo a Soledad
no a Pura cuya bondad
persona humana no tiene
no inspira mi amor Irene
que no es poca su beldad
Soledad afirmó ser la elegida y leyó así el verso:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido las tres
que diga de ellas, cuál es la
que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
diré: que amo a Soledad;
no a Pura, cuya bondad
persona humana no tiene;
no inspira mi amor Irene,
que no es poca su beldad.
-Se equivocan -dijo Pura-, la elegida soy yo- , y leyó el verso de la siguiente manera:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido las tres
que diga de ellas, cuál es la
que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Diré: ¿qué amo a Soledad?
¡No!... ¡A Pura!, cuya bondad
persona humana no tiene.
No inspira mi amor Irene,
que no es poca su beldad.
Pero Irene, refutando a las dos anteriores, dijo que era ella la elegida, pues había puntuado el texto como a continuación se muestra:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido las tres
que diga de ellas, cuál es la
que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Diré: ¿qué amo a Soledad?
¡No! ¿A Pura, cuya bondad
persona humana no tiene?
¡No!... Inspira mi amor Irene,
que no es poca su beldad.
Ante la duda, las tres bellas decidieron preguntar al poeta quién era la elegida, este, bohemio y poco amante del matrimonio, les envió nuevamente el verso con la puntuación siguiente:
Tres bellas, que bellas son,
me han exigido las tres
que diga de ellas, cuál es la
que ama mi corazón.
Si obedecer es razón,
Diré: ¿qué amo a Soledad?
¡No! ¿A Pura, cuya bondad
persona humana no tiene?
¡No! ¿Inspira mi amor Irene?
¡Qué no!, ¡es poca su beldad!”.
El verso ejemplifica los usos antes descritos de los signos de puntuación: hacer pausas en la lectura, mostrar la relación entre los enunciados, pero sobre todo, el dar significado al mensaje para exponerlo de una manera casi tan exacta como lo desea quien lo emite.