Hay tantas palabras iluminando el sendero de cualquier ciudadano de esta gran urbe. Saltan ante nuestros ojos como duendes traviesos. Ansiosas de ser vistas,leídas, comprendidas. Están en los espectaculares de las serpenteantes avenidas; en los encabezados del los diarios que el voceador ofrece a grito pelón; en el volante que lo mismo vende que mendiga; en la pantalla del dispositivo electrónico donde encontramos recados de nuestros seres queridos o en los mensajes virales cuyo propósito es mero divertimento.
Letra de molde impresa o en formato digital; mayúscula o minúscula, en color o en blanco y negro. Tan acostumbrados estamos a ella que nuestro paisaje urbano sería otro si un día amanecemos sin carteles, sin muros que invitan a votar, sin espectaculares de ropa interior femenina, sin periódicos que den cuenta de lo sucedido ayer.
Y sin embargo, poca atención prestamos a los giros coloquiales, a los esfuerzos comunicativos para redactar la cabeza de la nota de ocho columnas de cualquier diario, mucho menos a la ortografía que regula el uso de mayúsculas.
Demos un breve repaso a este tópico...
Letra de molde impresa o en formato digital; mayúscula o minúscula, en color o en blanco y negro. Tan acostumbrados estamos a ella que nuestro paisaje urbano sería otro si un día amanecemos sin carteles, sin muros que invitan a votar, sin espectaculares de ropa interior femenina, sin periódicos que den cuenta de lo sucedido ayer.
Y sin embargo, poca atención prestamos a los giros coloquiales, a los esfuerzos comunicativos para redactar la cabeza de la nota de ocho columnas de cualquier diario, mucho menos a la ortografía que regula el uso de mayúsculas.
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